Pocas veces son retratados los héroes de la historia universal en sus últimos días de gloria. Esta vez le dí la oportunidad a Gabriel García Márquez con El General en su Laberinto , a pesar de escuchar y leer las reseñas negativas sobre esta “breve” narración de los últimos días de Simón Bolívar.
La razón principal la encuentro en mi simpatía a temprana edad con Bolívar, Iturbide, Allende y Guerrero, no afirmo ser un fanático de los héroes de la libertad, pero si admito que mi interés proviene de mis clases de historia en secundaria y preparatoria. ¿La razón? Son a los únicos que les puse atención por ser personajes controversiales y no vendidos como don Benito Juárez y Miguel Hidalgo, de quienes se hablan maravillas en las aulas, pero en realidad tienen sus pasajes magros, obviamente pasados por alto por ser importantes símbolos nacionales.
Los últimos días o mejor dicho el último año del gran Libertador de América en puño y letra de García Márquez resultan eternos y cansados, por su misma trama, la caída del general Bolívar en manos de un catarro mal cuidado, lo cual implica poca acción, diálogos reflexivos, recordanzas, nostalgia, flashbacks, historia de sus hazañas, juegos de mesa, nada que te mantenga al filo de las páginas.
Gabriel denota total admiración por el general en sus letras, lo cual lo hace retratar su lado humano como una blanca paloma, sin perder el carácter claro, pero para mi gusto y por lo que he leído de Bolívar, le quitó la mamonés y la asperidad que según la historia conservo hasta su último aliento. Punto en contra de la novela, a mi parecer, pues él mismo en el epílogo, reconoce haber llevado una ardua investigación para reconstruir fielmente la persona del generalísimo.
La última parte es un breve relato que el propio García Márquez redacta, contando la travesía que tuvo que pasar y los años que tardó en escribir este libro. La idea no fue totalmente suya, sino de Álvaro Mutis, su fama como premio Nobel del 82, le facilitó la consecución de documentos, información y fuentes de primer nivel, permitiéndole finalizar el libro en 1989. El mismo GGM finaliza: “Fue un horror escribir esta novela”. No solo fue un horror escribirla, también es un horror y representa un reto terminar de leerla.
No es un libro que recomendaré a menos que seas fanático del Libertador de América. La falta de acción, definitivamente, lo hace una narración extremadamente larga, aun con sus escasas 269 páginas, que en promedio uno leería en una semana, pero me pongo de ejemplo: tardé cerca de tres semanas en terminarlo, y cada día que lo dejaba pendiente no me despertaba emoción continuar, al contrario, fue un buen libro para agarrar el sueño en mi casa y el transporte de regreso a mi casa.
Finalizaré con una visión positiva que encontré del libro. Si bien la novela representa un tedio y fastidio por la falta de acción, si es una buena fuente para aumentar nuestro lenguaje y vocabulario personal, pues a lo largo de las páginas me encontré y anoté en la parte trasera más de 30 palabras que me eran desconocidas, sinónimos de palabras cotidianas, regionalismos sudamericanos, todas fueron consultadas en el diccionario y bien recibidas en mi acervo personal. A fin de cuentas el catarro mal cuidado del general, sirvió al menos para una buena causa en mi verde camino como escritor y periodista.
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