El despertar día con día cada vez es mas difícil. Dentro de mi mente se encuentran alojados recuerdos recientes, sobre mis viajes y aventuras incongruentes en el mundo de mis anhelos y deseos. Abrir cada parpado es un martirio, por que una vez entrada la luz, los deseos y las fantasías no regresan. El rechinar de los resortes avisan la desesperación de haber vuelto a la amarga realidad, las cobijas yacen en el piso frío, maltratadas y congeladas por el inconciente movimiento corporal nocturno, mi cuarto dejó ya de ser mi guarida para convertirse en una víctima solar. He terminado el papel de pasajero. Estoy listo y de mala manera para convertirme en un ser hipnotizado por el halo de las afueras.
El techo ya me odia, cada nuevo amanecer sufre con mi mirada perdida, el sentirse frío y lucir inmóvil, lo hace la perfecta víctima de mis metamorfosis neuronales. Con la cara hinchada, el cabello atormentado y las lagañas secas, lanzo todo mi poder contra el, y como en un acto de magia, ¡Kaboom! el tirol blanco y sin emoción alguna se convierte en las llamas agónicas del infierno que pisé, en las húmedas calles que vagué, en la figura humana que me llevó al éxtasis sexual, en la selva multicolor que aluciné y en la bestia que carga mis terribles miedos. Recurrentemente el cuerpo humano deseado es el que más modifica mi cielo. De repente los piquetes en la espina y el grito de incomodidad de los nervios de mi espalda reclaman estirarse.
Lentamente me incorporo, mientras rasco mi cabello, mi entrepierna y me tallo los ojos. Mi caminar es igual a los seres no vivos del cine, lento y tambaleándose mientras emito un gemido de desaliento. Mis amaneceres suelen ser deprimentes o muy felices. Me miro al espejo, lavo mis dientes mientras estoy clavado en mi autorretrato espacial ¿Qué hago en el mundo? ¿Por qué soy así? ¿Hoy moriré? ¿Encontraré tu rostro en mi andar? ni si quiera el cepillar de dientes es normal. Cuento las gotas de agua e imagino el mundo de las tuberías. El rey lagarto y las inmundicias humanas alabando su reino. Que divertido, grotesco y a la vez triste de mi parte, querer vivir en un lugar que se encuentra solo en el inconciente, e ignorar la realidad que tantas alegrías me ha traído.
El buen aliento atrae el primer síntoma de limpieza, sin embargo mi pereza y mente impiden el proceso entero unos minutos mas. Tomo rumbo, cinco pasos, tres segundos para estar en el sofá y abrir la manzana. Mientras la dejo madurar, en un minuto encuentro objetos perdidos, recuerdos nostálgicos, desastres amorosos, un pedazo de galleta y reencuentros del ayer, todo en un simple minuto. Que feo es despertar deprimido, de repente todo cambia. El crujir de la manzana emite sus primeros sonidos ¡Oh maravillosa manzana! Su poder dibujó la primer sonrisa del día, y con ella me llega el ánimo. Me levanto efusivamente, me saco la camiseta y la arrojo contra la silla, mientras camino me deshago de mi ropa interior y desnudo camino otros 6 pasos a la regadera, mientras una silla se convierte en mi ropero matutino.
Una habitación blanca con objetos totalmente diferentes al exterior, relucen y se desatan al apretar el seguro de la habitación. La tubería del trono ruge, el piso ataca mis pies y un acceso se desliza por sus navajas para darme entrada a la estancia, donde la lluvia cae desde la fría presa del cielo. El agua se apodera de mi cuerpo y me abraza. Me encierra en una burbuja donde un dragón enciende mi cabello y elimina el sudor por la adrenalina soñadora, inmediatamente, muchos peces saltan sobre mi cuerpo diluyéndose y convirtiéndose en espuma blanca, mi piel arde al igual que la posada de Satanás. El eco se hace intenso, el vapor cubre el corto espacio, la burbuja se revienta y respiro oxígeno cálido, encuentro el camino al espejo. El espejo no existe, solo un vació, el miedo a caer se apodera de mi. De repente una navaja amenaza con desgarrar el tejido de mi laringe, y en un intento desesperado de escapar, me abalanzo a las infinitas nubes del mas allá y todo con un espejo. Un respiro de alivio se hace presente y una misteriosa silueta se revela. Como Caín y Abel, el sujeto del otro lado se parece a mí pero en su parte malévola, limpio, desnudo y brillante, a contrario de mi que ingrese como protestante de los años 60. De repente el otro ser toma una guadaña, al igual que la muerte, vi el fin de mis días, lo preví y mira como poco a poco la hoja abría como cerdo mi yugular mientras un chorro de sangre entintaba el vacío blanco de color mortal, sin embargo, cuando en mi imaginación caí degollado, el vapor y la lluvia desaparecieron y desperté. Ambos sujetos en el reflejo ya éramos los mismos, los rasgos de polvo y vejestorio se fueron y regresó en un alma pulcra y egoísta físicamente.
Cuando finalmente salí del baño, la aventura había terminado el amargo olor a realidad y la música de la manzana blanca, quitaron mi cara de angustia y regreso la sonrisa a mi rostro. Mi olor era diferente, ya no cargaba la esencia de ropavejero hippie, ahora percibía mi aroma de padrote del Bronx, un poco exagerado pero, supongo que esos orangutanes armados huelen al paraíso, no es para menos, poseer tantas piernas que pisen dinero por ti.
Lo más sencillo antes de seguir divagando en el exterior es ponerme un poco de ropa, que siempre he pensado que es una especie de castigo romano, donde a tu pie ataban un gran grillete de acero, atorado con un tornillo del grosor de un brazo humano, unido a una cadena con el peso de un elefante del Sahara cargando al sultán mas obeso del Medio Oriente. Sería feliz si estuviera desnudo. Visto mis partes viriles primero, observo mi pene y pienso las felices aventuras en las que me ha llevado, no es fácil ser el, no solo el mío si no el de cualquier hombre, visitar a lo largo de su vida diferentes reinados le lleva una tarea difícil, aunque placentera, en fin, su última expedición ha sido de las mas placenteras del mundo, la persona cuenta, llevar al grado de éxtasis y excitación exige mas que las urgentes ganas de penetrar y eyacular como puerco, para mí el acto de coger de manera extraordinaria es involucrarme emocionalmente, físicamente y mentalmente con una persona. Ella es especial, es como mi sueño del rescate de Atenea de las garras de Hades, es sonreír por placer, es ser sincero y nada más. Después de divagar en mi vida sexual, visto mis pies, me pongo el pantalón más cómodo y sucio que tenga, una playera, una chamarra para la ocasión y listo. Vestido como le gusta a la sucia moral mundial.
La vanidad es un proceso que me disgusta, a veces siento una terrible inseguridad sobre el físico que construyó el paso de los años. Levantar barras de mas de 40 kilos, sudar durante 30 minutos, tomar litros de agua, exprimir las impurezas contra el cristal, retirar el bello facial diariamente, modelar el cabello y bañar tu cuerpo con aroma artificial siempre lo he visto como un proceso de aceptación social del cual a veces me niego a ser parte, pero que a veces, mi mente sin equilibrio accede por conveniencia o por simple gusto. La inseguridad se convierte en esta parte en mi Némesis, la duda ataca mis pensamientos y mi imaginación empieza a dar vueltas. El roedor llevando apenas escasos minutos de despertar, me pide clemencia, pues lo pongo a rodar en cada paso que doy con rumbo al mundo exterior. El miedo a la aceptación social es evidente, mi rudeza emocional y ególatra es más que ella pero me invade cada salida. Mis pensamientos siempre se imponen, sin embargo, la sensación de rechazo me hace juzgar a un mundo de hormigas negras, que caminan, visten y hablan igual; siento tristeza al verlas moverse conforme la sociedad lo impone, y me siento orgulloso de ser el oso hormiguero en la vida subterránea. Siempre me siento el mal trazo en el cuaderno de iluminar, lo sé es especial, soy único pero creo que los demás no gustan de compartir su mundo iluminado con mis trazos chuecos a lo estándar. Me siento de verdad un naufrago en el mar, sin destino y sin alguien con quien compartir mi mundo.
Después de revivir mi vida como un punto negro en el lienzo virgen , me miro por última vez al espejo. Tomo mi dinero, mis llaves, mi música, coloco mis audífonos en mis oídos, reviso mis posesiones como paranoico una vez más, y otra. Debo estar seguro. Me miro al espejo una vez más. Estoy listo, suspiro y pongo mi vibra en que todo saldrá bien allá afuera, Asperger me atacó levemente otra vez, no se si sea hipocondríaco, pero siempre he pensado que tengo rasgos diminutos de el en mi persona. Todo esta listo abro la puerta de mi casa, pongo play a mi música y de inmediato un escudo romano actúa como material inmune a la fealdad del mundo exterior, pongo un pié afuera, e inicia una nueva misión.